ANÁLISIS

Nocioni: orgullo herido

Enrique Calvo |

Las declaraciones del ‘Chapu’ Nocioni al diario argentino Olé han causado un considerable revuelo estos días. El alero de los Kings se sinceró con el periódico deportivo y dejó salir toda la frustración acumulada en una temporada en la que nada parece haber ido bien.

Detrás de sus duras palabras sobre su ex equipo, Chicago, y el actual, los Kings, y de su negativa visión de su propio desempeño, condicionado por las molestias físicas que arrastra desde la Olimpiada, parece estar más que ninguna otra cosa la insatisfecha necesidad del argentino por estar en un equipo competitivo o cuando menos, en un equipo.

Visto lo vivido en Chicago y lo que parece avecinarse en Sacramento, no cabe duda de que el ‘Chapu’ tiene que echar de menos la selección argentina e incluso el TAU de Vitoria, con el que tantos triunfos consiguió en España. Sobre todo, porque ambos, cada uno en su nivel, eran y siguen siendo equipos con mayúsculas, llenos de grandes individualidades puestas al servicio de lo colectivo.

Ésa ha sido y será siempre la forma de obtener grandes triunfos y la forma de entender el baloncesto del ‘Chapu’ y eso es lo que no ha conseguido encontrar desde que llegó a la NBA. De ahí que no resulte extraño oírle hablar con envidia de la situación de Ginóbili, Oberto o Scola en equipos como San Antonio o Houston.

La peor parte

Al ‘Chapu’ le ha tocado la peor parte. Llegó a Chicago pensando a lo grande, porque llegaba a uno de los grandes de la NBA, pero ha tenido que lidiar con un equipo lleno de jugadores jóvenes con tanto talento como poca cabeza y para colmo, dotados en algunos casos de egos superlativos. Ya el año pasado se le notó descontento con la situación y este año más.

Se cansó de pedir intensidad a sus compañeros, se cansó de pedir juego colectivo, se cansó, como decía a Olé, de esperar a que le llegase el balón, se cansó de tratar de autoconvencerse de que había un equipo donde no existía más que un puñado de jugadores intentando hacer sus estadísticas para engordar sus contratos.

Y luego vino el traspaso y el peor de los destinos posibles: Sacramento. Un equipo con los mismos defectos colectivos que Chicago, comunes a muchos equipos de la liga, pero bastante menos talento. Una franquicia en franca descomposición y en proceso de divorcio con su propia afición, fiel como pocas durante muchos años. Unos propietarios que hablan de reconstruir, pero parecen maniobrar en otra dirección.

Atrapado mientras el tiempo se acaba

Parece lógica pues la frustración del ‘Chapu’. No hay que olvidar que está a punto de cumplir 30 años. Una edad que le da una valiosa madurez como jugador de baloncesto, pero que no le permite confiar su futuro a una reconstrucción que en el mejor de los casos puede tardar años.

Es un ganador y como tal, ve como poco a poco se le escapa la oportunidad de luchar por cosas importantes en la NBA, como siempre ha luchado fuera de ella. Se ve rodeado de jugadores inexpertos con aires de estrella y escasa capacidad de sacrificio, ese sacrificio que ha sido siempre su santo y seña. Jugadores que creen saberlo todo, incapaces de poner sus egos, sobrealimentados tras su paso por la liga universitaria, al servicio de otra cosa que no sean ellos mismos, incapaces de hacer equipo.

Su reacción no ha sido otra que la de un león atrapado que se resiste a aceptar una nueva jaula como destino. Porque el ‘Chapu’ ha sido siempre un jugador orgulloso y aguerrido. Un jugador duro, a veces incluso, por qué no decirlo, marrullero, pero con una mezcla tan perfecta de calidad y entrega que nos obliga a disculparle incluso sus excesos.

Cualquiera que lo haya visto a pie de pista puede atestiguar esa extraña sensación que se siente al verle entrar en juego. Es como si la temperatura del pabellón subiera un par de grados, como si la intensidad y la emoción del baloncesto se incrementaran de repente con su sola presencia. Porque Nocioni encarna como pocos la pasión por el baloncesto como juego colectivo.

Y esa pasión, ese orgullo, son los que más dañados parecen haber salido de este año del desencanto. Esperemos que no sea así, confiemos en que el león de Santa Fe vuelva a hacernos sentir a todos el poder de su rugido. Pero eso parece difícil en Sacramento.