
La NBA, como epicentro del baloncesto mundial, ha moldeado su mercado a través de los topes salariales, un mecanismo diseñado para promover la equidad competitiva. Desde su introducción en 1984, estos límites han evolucionado, impactando estrategias de contratación y la distribución del talento. A continuación, exploraremos cómo los topes salariales han cambiado la dinámica de la liga.
La evolución del tope salarial: De 1984 a 2025
La NBA instauró su tope salarial en la temporada 1984-85, fijado en 3,6 millones de dólares por equipo, con el objetivo de nivelar la competencia frente al gasto desmedido de las franquicias. Este “soft cap”, a diferencia de los topes rígidos de la NFL o NHL, permite superar el límite mediante excepciones como los “Bird Rights”, pero impone sanciones como el impuesto de lujo. En la temporada 2025-26, el tope se sitúa en 154,647 millones de dólares, un aumento del 10% respecto a los 140,588 millones de 2024-25, reflejando el crecimiento de los ingresos por derechos televisivos y patrocinios.
El tope ha fluctuado según los acuerdos colectivos (CBA). En 2005, se limitó al 57% de los ingresos relacionados con el baloncesto (BRI), mientras que en 2011 se redujo al 51,2%. Un hito clave fue el CBA de 2017, que introdujo el “supermax” para retener estrellas, aunque algunos críticos señalaron en 2019 que estos contratos inflaban los topes de los equipos pequeños, limitando su flexibilidad. En 2023, el nuevo CBA ajustó el cálculo del tope, incluyendo ingresos por licencias (160 millones proyectados para 2025-26), lo que elevó el límite en 2 millones.
Impacto en el mercado: Estrategias y desigualdades
El tope salarial ha transformado la NBA, moldeando cómo los equipos construyen sus plantillas. Las excepciones, como el Mid-Level Exception (14,104 millones en 2025-26 para equipos no contribuyentes) y los contratos de 10 días, permiten flexibilidad, pero el impuesto de lujo penaliza a los que exceden el umbral (187,895 millones en 2025-26). En 2023-24, Golden State pagó 176,9 millones en impuestos, seguido por los Clippers (142,4 millones), evidenciando cómo los mercados grandes aprovechan el “soft cap” para mantener rosters estelares.
Sin embargo, el sistema no elimina las desigualdades. En 2016, un aumento del 32% en el tope (de 70 a 94,1 millones) por un nuevo acuerdo televisivo permitió a Golden State firmar a Kevin Durant, creando un “superteam” que dominó la liga. Esto generó críticas por desbalance competitivo, aunque el CBA de 2023 introdujo restricciones como el “second apron” (207,824 millones en 2025-26), que limita a los equipos que lo superen en traspasos y selecciones de draft. El mercado actual refleja estas tensiones. Equipos como Milwaukee, que en 2025 liberaron a Vasilije Micic para ajustar su masa salarial, priorizan movimientos estratégicos como el fichaje de Myles Turner. Sin embargo, las restricciones del “second apron” dificultan la retención de talento para equipos pequeños, perpetuando ventajas para franquicias en mercados grandes como Los Ángeles o Nueva York.
Además, el “Jaylen Brown Rule” del CBA de 2023 eliminó el límite del 20% en extensiones para jugadores subvalorados, permitiendo a Boston retener a Brown con un contrato máximo. el tope salarial de la NBA ha promovido paridad, pero su naturaleza flexible y los crecientes ingresos han amplificado las estrategias de los equipos ricos, generando debates sobre equidad. Con un tope proyectado en 154,647 millones para 2025-26 y nuevas reglas para controlar el gasto excesivo, la liga busca un equilibrio que mantenga la competitividad, aunque el mercado sigue favoreciendo a los gigantes financieros.