ANÁLISIS

El pívot dominante y los tiros libres, ¿una relación tormentosa?

La apuesta por el físico y los fundamentos técnicos no tienen por qué estar reñidos

Ángel Mustienes |

En la NBA, muchos aficionados relacionan pívot dominante con calvario en los tiros libres. El ejemplo más actual no es otro que el pívot más físico del baloncesto mundial: el hercúleo Dwight Howard. Pero en la NBA de 2012 Howard no está solo.

Si miramos la tabla de lanzamientos libres de la presente temporada nos encontramos con que en el momento de redactar estas palabras hay 127 jugadores que han lanzado suficientes tiros para aspirar a la consideración de mejor ejecutor de tiros libres de la competición. Pues bien, Howard se sitúa el 127 y último con un 45% de acierto, el 126 es otro pívot que ha cerrado un contrato millonario, DeAndre Jordan, con un 47,8, el mismo porcentaje que otro center, Emeka Okafor. Pero es que en el puesto 124 tenemos a la estrella de los Clippers Blake Griffin (51,2) y en el 123 al pívot de los Lakers Andrew Bynum, que en la presente campaña se ha olvidado de lanzar bien cuando llegó a alcanzar hace dos años casi un 74% de acierto.

Fuera de esa lista, porque no han tirado suficiente, jugadores como Kwame Brown (44,1%), JaVale McGee (41,5) o el número 4 del último draft, el novato Tristan Thompson, con un patético 36,8%. ¿Es un jugador alto y poderoso carne de cañón en los libres? No tiene por qué ser así, tal y como lo demuestra la historia.

Haciendo memoria gruesa, uno se encuentra con pívots históricos que lanzaron con dignidad los tiros desde la personal, superando un 70% en el cómputo de sus carreras. Podríamos hablar de jugadores del fuste de George Mikan, Artis Gilmore, Kareem Abdul-Jabbar, Robert Parish, Pat Ewing, Hakeem Olajuwon… Actualmente, hay 7 pies que lanzan bien desde el libre (Pau Gasol, no digamos Dirk Nowitzki). Pero es que ha habido incluso gigantes que lanzaron con mucha solvencia, y me vienen a la memoria Ilgauskas, Sabonis o Ming.

La física y el trabajo

La física no engaña. Resulta obvio que cuanto más alto es un jugador, más dificultad tendrá para lanzar los tiros libres. Lo dice la mecánica clásica. Existen dos variables cruciales en el lanzamiento: la velocidad de salida del balón (según algunos estudios debe situarse entre 6,4 y 6,9 m/s para el tiro libre) y el ángulo de lanzamiento. Y es en este último aspecto en el que lanzar desde una mayor altura es un inconveniente. Pero el origen fundamental de lanzar mal a canasta no radica tanto en ese inconveniente físico como en la falta de trabajo. De eso, no hay duda.

La memoria colectiva en esto del baloncesto nos lleva a que los grandes pívots dominantes en la NBA nunca lanzaron bien los libres. ¿Por qué? Pues no es una cuestión de cantidad, sino de calidad de los nombres. Hablamos de Wilt Chamberlain, Bill Russell o Shaquille O’Neal. Y claro, son jugadores de mucho peso.

Se trata de 3 jugadores que nunca tuvieron la necesidad, antes de llegar a profesionales, de lanzar bien los tiros. Simplemente, su superioridad física era tal, que las metían para abajo y santas pascuas. No trabajaron esta faceta del juego o si lo hicieron, no lo hicieron con el suficiente ahínco mental. Y luego vinieron los lamentos. El propio Shaq reconoció en el ocaso de su carrera el dolor que le causaba no verse más arriba en la tabla de anotadores por haber fallado miles de tiros de 1 punto.

Y, claro, todo tenía que llegar en este mundo competitivo, en este mundo en el que una pequeña o gran debilidad se la cobra el rival sin pestañear. Llegó el Hack-a-Shaq, como el otro día vivimos el Hack-a-Dwight. Normal. Eso sí, habría que hacer una distinción. No parece ético hacer una falta a un jugador que está lejos de la jugada para llevarle al tiro libre (y debería estar penalizado). Pero parece totalmente loable hacer faltas tácticas al jugador cuando está en posesión del balón. ¿Es lamentable hacer ese tipo de faltas? Pues es una táctica más, como flotar al jugador que no sabe tirar de lejos. ¿Es menos ético hacer falta que flotar al rival? A simple vista, diría que no. Me parece, además, que lo verdaderamente lamentable es ser un jugador profesional catalogado como estrella y no saber lanzar tiros libres.

No hay que ir muy lejos. Quedémonos en la presente temporada y volvamos a la lista inicial de lanzadores horrorosos de tiros libres: Dwight Howard, DeAndre Jordan, Andrew Bynum y Emeka Okafor, por quedarnos con los center puros. Pues bien, señores, estos 4 angelitos suman un salario global esta temporada de más de 55 millones de dólares. ¿Es de recibo que 4 señores que cobran 55 millones de dólares no sepan tirar tiros libres? (Aunque, repito, a Bynum podríamos darle el beneficio de la duda, ya que fue capaz de evolucionar de un 29,6% en su año rookie al 73,9% de hace dos campañas).

El abuso físico lleva muchas veces a otro abuso, el de no ser suficientemente profesional para intentar mejorar en una faceta que se puede mejorar con ayuda técnica y trabajo, mucho trabajo. Eso sí, repetitivo, tedioso, sacrificado… pero no menos repetitivo, tedioso y sacrificado que levantar pesas, señor Howard.