ANÁLISIS

Memphis y el milagro de los panes y los peces

Enrique Calvo |

La llegada de Allen Iverson a los Grizzlies, más allá de ser una demostración de la caída en desgracia de la que fuera gran estrella de la liga, es una muestra palpable de las contradicciones entre el discurso de los responsables de la franquicia de Tennessee y los hechos.

Michael Heasley, propietario del equipo, y Chris Wallace, director general, no se han cansado de repetir que el objetivo del equipo es reconstruirse desde la juventud, pero sus movimientos de los últimos meses sólo parecen tener como horizonte el recorte de gastos y la venta de un puñado extra de entradas con la contratación de grandes individualidades en liquidación como cebo.

Si lo que se quiere es construir un equipo en torno a la figura de O.J. Mayo, ahora mismo lo más parecido a un jugador franquicia que tienen, la llegada de Zach Randolph y Allen Iverson no parece que vaya a contribuir a ello.

Zorros en el gallinero

Meter en un vestuario joven a 2 de los jugadores con fama de ser más venenosos para el buen ambiente de cualquier plantilla -les ha faltado firmar a Marbury y todavía están a tiempo- y cuyos antecedentes son más que conocidos, es como encerrar a 2 zorros en un gallinero y pretender que las gallinas sobrevivan y además pongan más huevos.

Pero si es más que dudoso que su influencia fuera de las pistas pueda ser beneficiosa, más dudoso aún resulta el que lo pueda ser dentro. Heasley ha puesto el pan, Wallace la mantequilla y a Lionel Hollins le va a tocar comerse la tostada.

Con Iverson, Randolph y Gay sobre la cancha, el técnico de los Grizzlies va a tener complicado que el balón le llegue al resto del equipo, incluido el propio Mayo, y sin ver el balón, es difícil que los jugadores jóvenes puedan progresar al ritmo que el conjunto de Memphis necesita.

Demasiado egoísmo reunido en torno a un solo balón y una única canasta sobre el parquet. Salvo que Hollins consiga multiplicar balones y canastas con algún tipo de versión baloncestística del milagro de los panes y los peces, el juego de los Grizzlies se augura anárquico y frustrante para la mayor parte de la plantilla. Una plantilla en la que le va a tocar estar al español Marc Gasol, al que ya podemos imaginar corriendo de un lado para otro haciendo bloqueos y esperando en balde a que alguien le pase la pelota.

La trayectoria marcada desde los despachos de la franquicia desde que abrieran la puerta de salida a Pau Gasol y Jerry West, responsables de haber hecho un sitio a la ciudad en el mapa de la NBA , no parece sino un enorme círculo en un inmenso desierto que cada día interesa a menos espectadores. Heasley y Wallace han minado su propio campo por un puñado de dólares y nadie debería sorprenderse si todo salta por los aires.