En la misma Providence (Rhode Island) en que nació y triunfó durante su carrera universitaria, falleció este lunes a los 62 años Marvin Barnes, otro de esos jugadores que en la década de los 70 y los 80 vieron como las drogas se cruzaron en su camino hasta hacerle descarrilar. La causa de la muerte no se ha dado a conocer.
Barnes, un jugador de 2,03 que se desenvolvía en las 2 posiciones más interiores, se convirtió en un ídolo en su localidad natal en 1973, cuando junto a jugadores como Kevin Stacom o Ernie DiGregorio, llevó a la universidad local a la Final Four de la NCAA, siendo batidos en semifinales por Memphis State.
Al año siguiente, 1974, promedió 18,7 rebotes por encuentro en la competición universitaria y fue elegido en el número 2 del draft por los Sixers. Sin embargo, Barnes prefirió marcharse a la ABA y firmar con St. Louis Spirits un millonario contrato para la época.
En la entonces liga rival de la NBA, Barnes arrasó en su temporada de novato, promediando 24 puntos y 15,6 rebotes y recibiendo el premio de Novato del Año. Al final de esa temporada, ABA y NBA se fusionaron y Barnes terminó en los Pistons.
Una vida arruinada por las drogas
Pese a su indiscutible talento, su carrera en la NBA no tuvo nada que ver con su deslumbrante debut en la ABA. Apenas llegó a jugar 171 partidos en 4 temporadas y otros tantos equipos con promedios de 9,2 puntos y 5,5 rebotes. En 1980, salió de la liga para nunca volver.
El motivo de su fracaso no fue otro que, como el mismo reconoció, el abuso de las drogas, y en particular de la cocaína, durante su carrera. Una adicción a las drogas que le siguió trayendo continuos problemas tras su retirada, incluidos varios arrestos por robos y posesión de armas y drogas, que le llevaron a visitar 4 prisiones diferentes y a pasar por hasta 19 programas de rehabilitación diferentes.
Todos esos problemas no evitaron que la Universidad de Providence decidiera retirar su camiseta en 2008. Porque en su localidad natal, donde no le olvidaron, prefieren recordar al Barnes de los buenos momentos, al gran talento y gran compañero que fue, en palabras de Kevin Stacom, y a la gran estrella que pudo haber sido.