
La NBA, donde las historias de superación y desafíos físicos moldean legados, presenció un enigma que marcó los playoffs de 2025. Kristaps Porzingis, un pilar que brilló en la temporada regular, se desvaneció en la postemporada, atrapado por una condición invisible que lo dejó sin aliento. Ahora, en un nuevo capítulo con Atlanta, su lucha personal revela una fortaleza que trasciende la cancha. ¿Qué lo frenó, y cómo planea resurgir? La respuesta redefine su camino en la liga.
El colapso inesperado: ¿Cómo POTS apagó a Porzingis en los playoffs?
Durante los playoffs de la NBA 2025, Kristaps Porzingis, entonces con los Boston Celtics, enfrentó un obstáculo que lo transformó. Tras una temporada regular estelar, donde se consolidó como un pívot bidireccional clave en el camino al título de 2024, su rendimiento se desplomó en la segunda ronda contra los Knicks. La energía que lo caracterizaba capaz de bloquear tiros, encestar triples y dominar la pintura desapareció, dejándolo incapaz de correr por largos períodos. Su aporte en seis juegos de semifinales de conferencia fue mínimo, un contraste brutal con su impacto habitual.
La explicación llegó tras semanas de incertidumbre: Porzingis sufría de síndrome de taquicardia ortostática postural, conocido como POTS, una condición autonómica que altera el ritmo cardíaco al pasar de estar acostado a levantarse. En sus peores momentos, su corazón alcanzaba 130 pulsaciones por minuto al ponerse de pie, desatando fatiga extrema y mareos. “Era como si un camión me hubiera golpeado”, confesó, describiendo cómo la dificultad para respirar lo obligaba a permanecer inmóvil, comparándose a un gato doméstico atrapado en el sofá. Esta vulnerabilidad, rara en un atleta de su calibre, marcó un punto de inflexión en su carrera, exponiendo los límites físicos incluso en los más grandes.
POTS, según expertos médicos, afecta la regulación del flujo sanguíneo, impidiendo que el cuerpo mantenga estable la presión arterial al cambiar de posición. En un deporte de alta intensidad como el de la NBA, donde cada sprint cuenta, esta condición convirtió a Porzingis en una sombra de sí mismo. Su diagnóstico tardío, confirmado post-playoffs, explica por qué los Celtics, golpeados también por otras lesiones, no pudieron avanzar.
Un nuevo comienzo: Porzingis y su redención con los Hawks
El traspaso a los Hawks marcó un giro inesperado para Porzingis. El 25 de junio, mientras descansaba en Letonia, un aluvión de mensajes en su teléfono le confirmó su nuevo destino. Sorprendido por la rapidez del acuerdo, que no incluía a equipos previamente rumoreados como los Clippers o Suns, Porzingis abrazó el cambio con expectativa. Atlanta, en plena reconstrucción con una oficina renovada y un roster joven, ve en él un pilar para salir del Play-In, donde han estado batallando por años.
A sus 30 años, y en el último año de su contrato, el letón tiene la oportunidad de redefinirse. Porzingis no llega solo con su talento; trae una lección aprendida. Con POTS bajo control mediante una dieta alta en sal y un régimen de descanso estructurado, sin necesidad de medicación especial, demostró su recuperación en el Eurobasket 2025 con Letonia, donde jugó sin problemas. Ahora, como probable titular sobre Onyeka Okongwu, su rol en Atlanta es claro: ser el ancla defensiva y el tirador de perímetro que altere sistemas ofensivos. Su capacidad para espaciar la cancha y proteger el aro podría elevar a los Hawks, proyectados como contendientes de mitad de tabla en el Este para 2025-26.
La batalla de Porzingis con POTS no es solo médica; es profundamente humana. Su negativa a usar términos como “fatiga” refleja una mentalidad que rechaza la derrota, incluso frente a lo desconocido. En Atlanta, su misión es clara: demostrar que el colapso de los playoffs fue una anomalía. Con un equipo en transición, liderado por Trae Young y una nueva generación, Porzingis tiene la chance de convertir su lucha en inspiración. En la NBA, donde la resiliencia define carreras, su regreso al parqué es más que un comeback; es un testimonio de que incluso las batallas silenciosas pueden forjar legados imborrables.





















