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Kobe se posa en el corazón del Staples y hace llorar a los Lakers

Gran homenaje en el primer partido de los Lakers tras la muerte del Kobe Bryant

El homenaje se hace extensivo a la hija de Bryant y a los otros 7 fallecidos en el accidente

Ángel Mustienes |

Llegó el momento y fue, tal y como se esperaba, profundamente emocional, con un poder telúrico de los que dejan huella.

La afición de Lakers se despidió de Kobe Bryant, la franquicia rindió tributo al que fue su imagen y su alma durante dos décadas.

Fue un tributo que se hizo extensible a la hija malograda de Kobe, Gianna, de 13 años, y a las otras 7 personas que fallecieron en el fatídico accidente de helicóptero que el domingo dejó helado a medio mundo.

En el Staples hubo todo menos hielo. Hubo mucho calor, mucha pasión, mucho respeto y mucha tristeza, sobre todo mucha tristeza. Fuera y dentro del pabellón.

En el exterior se agolpaban miles de personas que hacían sus ofrendas a su ídolo en plena calle, en una vigilia cargada de sentimiento. Y dentro de la instalación deportiva todo olía a Kobe. En la pista, flores formando sus números 8 y 24, sus camisetas iluminadas en lo alto de un pabellón a oscuras en el que refulgían millares de celulares al grito de "MVP, MVP..." o simplemente de "Kobe, Kobe...".

Usher ofreció un número musical interpretando el tema "Amazing grace", luego llegó el turno de Ben Hong al chelo, delicada melodía, mientras se proyectaba un vídeo repasando la trayectoria de Bryant y finalmente Boyz II Men interpretaban de forma excepcional el himno de Estados Unidos sin que los jugadores de Lakers, incluido LeBron James, pudieran contener las lágrimas. Se rompieron los diques, era inevitable.

Hubo 24,2 segundos de silencio (el 24 de Kobe y el 2 de Gigi, su hija) en honor a los 9 fallecidos en el accidente, con sus nombres proyectados en el marcador.

Y llegó el discurso de LeBron desde la pista, micrófono en mano, dejando de un lado lo escrito para dirigirse a todos los presentes desde el corazón. Fue un discurso emotivo, cautivador por momentos, libre y sencillo. Unas palabras que mostraron cómo Kobe estaba en el corazón del Staples, allí metido, como algo más que uno más, al completo, al cien por cien, como a él le gustaba entregarse cuando jugaba al baloncesto.

En primera fila dos sillas vacías, las que solían ocupar Kobe y su hija en el Staples, dos sillas con ramos de flores y sus camisetas, dos asientos que ponían de manifiesto la ausencia y que provocaron una reacción en las redes sociales de la viuda de Kobe, Vanessa.

Entre los jugadores rivales, Trevor Ariza. Ahora en Portland, hace años compañero de Kobe en los Lakers y ganador de la NBA con él, en el equipo que lideraron Bryant y Pau Gasol. Un Ariza que en un momento dado del partido se abrazó al general manager de los Lakers, Rob Pelinka, que no hay que olvidar que antes de ser GM del equipo fue agente de Bryant.

Mientras, la propietaria del club, Jeanie Buss, comía palomitas con la mirada perdida, una imagen a la altura de la pérdida sufrida por los Lakers.

La presentación del equipo fue otro momento cargado de humanidad. Todos los jugadores vestían camisetas con el número 24 y todos fueron presentado como Kobe Bryant.

El logo KB presidía la parte izquierda de sus camisetas en una noche difícil de lidiar si lo que luego había que hacer era jugar un partido de baloncesto. Y se jugó. Y los Lakers perdieron con los Blazers en otro partidazo memorable de Damian Lillard. Pero todo eso era lo de menos, porque lo de más había pasado antes, antes de que se pitara el salto inicial.