ANÁLISIS

Utah, Sloan, D-Will: Olor a tierra quemada

La imagen de los Jazz se desmorona por sorpresa

Ángel Mustienes |

Inesperado. Totalmente inesperado. Hace 3 días nos preguntábamos a cuánto se pagaría en una casa de apuestas la marcha de Utah Jazz de Jerry Sloan. A precio de oro era la respuesta. Acababa de renovar por 1 año y estaba más cerca del cuarto de siglo al frente del equipo mormón. Pero de la noche a la mañana todo ha cambiado. Pero, ¿qué ha cambiado en 3 días, que ha podido ocurrir que no viniera de lejos?.

Los que están más cerca dicen que todo este estallido tiene tras de sí un solo hombre: Deron Williams. Lo cierto es que en esta historia, tal y como nos está llegando, pierde la imagen inmaculada de Utah Jazz, pierde el viejo profesor Sloan, que no merecía en ningún caso este abrupto y desgarrado final, y pierde Deron Williams, cuya figura queda muy, pero que muy tocada por mucho que se haya apresurado a negar cualquier implicación en este embrollo.

Sloan se va. Con él se marcha su inseparable Phil Johnson (23 años como asistente de Sloan, una auténtica pareja de hecho). Con ellos dos se va para siempre una marca: los Jazz de Stockton y Malone (que ya ha salido en apoyo de Sloan). Pero también la regularidad de un equipo que con Sloan no ganó un título (nunca tuvo un equipo para lograrlo, aunque sí para aspirar a ello), pero estuvo un año sí y otro también dando guerra en postemporada. Y llegó a 2 finales, no lo olviden. No ganó, pero es que no tenía equipo, repito, para hacerlo... porque delante estaban los Bulls de Michael Jordan.

El técnico más longevo

Hablamos del entrenador más longevo en un mismo banquillo de forma ininterrumpida. Esta era su vigésimo tercera temporada al frente del equipo mormón. Ningún equipo de las 4 Ligas Mayores podía presumir de una longevidad así en el banquillo. Un entrenador con más de 2.000 partidos de la NBA en su haber, con más de 1.200 victorias, el único en ganar más de 1.000 partidos con el mismo equipo. Una trayectoria así merecía un final bello, grande, apoteósico... no este final basura.

Jerry Sloan tiene 68 años y Deron Williams 26; Ver llorar al veterano entrenador -lo hizo en la rueda de prensa de despedida- hiere a cualquier aficionado, más aún sabiendo la dureza de este hombre austero, estricto, exigente, incluso autoritario, que tiene toda la pinta de esconder bajo su coraza un universo tierno, pero cuyo trato con sus subordinados no debe de ser fácil. El perfil perfecto para entrenar junto al Lago Salado. Y es que nunca se sabrá quién moldeó a quién, si Utah a Sloan o Sloan a Utah.

Pero también hiere saber que bajo el disfraz de chico aplicado, serio, maduro y responsable de Deron Williams se esconde otro ego insoportable. Williams no parecía un jugador de ese tipo, pero...

Extrañas circunstancias

Todo esto parece muy extraño. Si el desencuentro Williams-Sloan venía de lejos, parece poco serio firmar una extensión de contrato cuando la relación entre las 2 caras más representativas de la franquicia anda bajo mínimos. Todo apunta a que el estallido final -en el partido contra Chicago- vino tal vez por eso, porque Williams tensó la cuerda al saber que tendría que sobrellevar una temporada más con el viejo profesor.

Hablar de buenos y malos sería un tanto maniqueo. Es cierto que Sloan parecía un vestigio de otros tiempos, que tal vez no tenía ya la energía suficiente y no estaba preparado para lidiar con esta nueva generación de jugadores; también lo es que Williams ha defraudado a todos los que le considerábamos, además del mejor base de la NBA, uno de los más pausados y razonables jugadores de la nueva hornada.

De todos modos, en algunos medios de prestigio se narran situaciones poco favorables al jugador, ciertos planteamiento de órdago inaceptables tras un sinfín de batallas agrias.

De ser ciertas esas historias, de llegar a esos extremos que cuentan, demostrarían por parte de D-Will no sólo una insubordinación inaceptable, sino también una falta de compañerismo preocupante, dejándonos del hasta ahora ejemplar base un perfil grosero, irrespetuoso y canalla.

Tiempos modernos

Son los tiempos. En la antigüedad, las tribus estaban regidas por el consejo de ancianos. Ahora la edad, cuando ya es avanzada, parece algo mísero que hay que esconder bajo la alfombra porque no merece respeto. Este profundo error se hace más palpable en la juventud. Así nos va (¡qué carca suena esto, pero cuánta verdad encierra!). Porque a un señor mayor colmado de sabiduría y con un venerable pasado no se le puede tratar así, señor Williams, por mucho que haya cometido errores, que seguro que los ha cometido a mansalva en el trato con los jugadores (el pobre Kirilenko es testigo y la lista es larga). Al fin y al cabo, con su "tú (que no usted) o yo", Williams ha terminado ganando su batalla, ha triunfado en el corto plazo, pero ha arriesgado a largo plazo. Y no pinta bien esta historia para la imagen de la joven estrella.

Por otra parte, Utah se arriesga a perderlo todo. Por de pronto, ya ha sufrido un notable deterioro de su imagen. Pero es que además de perder el corazón de muchos aficionados, se ha quedado sin su más grande entrenador (elegante hasta el final) y se puede quedar en breve sin su jugador franquicia, el hombre que ha dinamitado el banquillo, porque Williams está muy cerca de terminar su contrato con los Jazz y pretendientes tendrá a puñados. No parece Salt Lake City un destino ideal para la ambición de Deron.

Dicen, no sin razón, que Salt Lake City es una ciudad aburrida, anodina, monocorde, donde nunca pasa nada. Pues fíjense. Suele ocurrir, que en los lugares donde menos se espera, salta la liebre. Suelen ser escenarios en los que poco trasciende y todo se larva, lugares de tradición, rectitud y molicie en cuya trastienda se cultivan los más bajos instintos, las historias más abyectas. Como en estos Utah Jazz, tan a imagen y semejanza de Utah, tan mormones y tan poco dados a la improvisación del Jazz. Hasta que estalló la bomba y el viejo Sloan improvisó su solo para dejarnos a todos con la boca abierta.