ANÁLISIS

José 'Piculín' Ortiz, el niño del trapo de bola

La atribulada vida de un jugador que tocó el cielo y vivió el infierno

Ángel Mustienes |

El cronómetro descendía en el Madison Square Garden de Nueva York: “10, 9, 8, 7…”. Hasta que llegó a 0. Debajo de los segundos no estaban los nombres de dos equipos. Esta vez, se podía leer “Round 1” y un poco más abajo “Selection 15”. La NBA estaba dando a conocer el Draft de 1987. Entonces, un impoluto y casi juvenil David Stern se colocó bajo el foco, se acercó al atril sobre el que se ubicaban dos micrófonos y dijo: “The Utah Jazz selected José Ortiz”.

Cerca de ese atril, un joven espigado, con bigote, pelo enmarañado y vestido con traje y corbata se levantaba de su asiento y saludaba a los que le rodeaban. Era José ‘Piculín’ Ortiz. Un ala-pívot formado en la Universidad de Oregon. Un joven de 23 años dispuesto a comerse el mundo.

La televisión estadounidense emitió en ese momento un vídeo con imágenes de Ortiz con su universidad, imágenes en la que se podía ver al jugador boricua con el número 4 a la espalda desplegando su fantástico juego en pista, incluido aquel tirito contra tablero que tan feliz hizo al aficionado europeo años más tarde. Tras el vídeo, la televisión entrevistaba a un ‘Piculín’ radiante, con una sonrisa de oreja a oreja, joven, triunfal, lleno de expectativas.

Fue el draft de David Robinson y Scottie Pippen, pero también el de jugadores como Reggie Miller, Kevin Johnson, Mark Jackson o el malogrado Reggie Lewis. El calendario señala la fecha feliz: 22 de junio de 1987. La satisfacción invadía a Ortiz en la Gran Manzana, el gran escenario del mundo. Podía tocar el cielo.

Poco podía sospechar Ortiz que 25 años después, a finales de abril de 2012, iba a estar frente a frente con la periodista de ESPN Carolina Guillén, concediendo una entrevista en la Prisión Federal de Guaynabo, donde el ya ex jugador cumplía condena junto a más de 1.600 presos comunes.

Otro 'Piculín'

La periodista describió la cárcel de Guaynabo como “un triste y desamparado lugar”. Pero lo peor no era el lugar en sí, sino el propio Ortiz. De aquel joven radiante, sonriente, exultante y feliz de aquella noche neoyorquina de 1987 apenas quedaba nada. Ante Guillén se presentó un ‘Piculín’ demacrado con su uniforme de preso. Eso sí, sereno y reflexivo. Que le dijo: “Mi tiempo en prisión no ha sido un tiempo penoso, sino de profunda reflexión. Me he leído más de 25 libros”. Una afirmación que no podía extrañar a nadie. Porque José siempre fue un jugador culto, preparado… algo no tan extraño en un chico que se había criado en la ciudad puertorriqueña de Cayey, ciudad universitaria, ciudad de marcada estirpe cultural.

El entonces ex jugador estaba a punto de abandonar la cárcel para ser transferido al Hogar Santísima Trinidad de Toa Alta, donde debería pasar 9 meses de encarcelamiento domiciliario para rehabilitarse de su adicción a las drogas como paso último para salir a la calle bajo libertad vigilada durante 4 años.

Ortiz se había retirado del baloncesto en 2006 con más de 40 años tras una billantísima carrera que le llevó a Estados Unidos, Puerto Rico, España y Grecia, tras una extraordinaria vida deportiva en la que disputó 4 Juegos Olímpicos y 4 Mundiales con la selección de su país. Verle jugar al baloncesto era una maravilla. En España, por ejemplo, pudimos disfrutar del ‘Piculín’ máximo en equipos como CAI Zaragoza, Real Madrid, FC Barcelona, Festina Andorra o Unicaja de Málaga. Después, estuvo unos años triunfando en Grecia.

Todo ello en una carrera en la que consiguió 8 títulos en la liga de Puerto Rico tras pasar por equipos como Atléticos de San Germán, Cangrejeros de Santurce y Capitanes de Arecibo. Sólo Mariano ‘Tito’ Ortiz y Rubén Rodríguez habían conseguido también 8 campeonatos. En fin, en 2006 se retiró una leyenda del baloncesto boricua.

No parece que su retirada fuera un punto de inflexión negativo en su vida, pero sí fue el punto de arranque de decisiones equivocadas.

Antes de retirarse ya había sufrido algunos importantes reveses económicos. Por ejemplo, su negocio de restauración en Cayey, la ciudad donde se crio. Allí montó un restaurante de gran éxito llamado “Patria”, pero en 2003, tras 3 años de funcionamiento, el negocio quebró. Fue la primera de una serie de ruinosas inversiones que hicieron que perdiera su fortuna. A ello se unió tras su retirada del deporte el divorcio con su mujer, y madre de sus dos hijos, y su fracasado intento de entrar en política cuando se presentó en 2008 a Senador bajo el paraguas del Partido Popular Democrático (PPD). La derrota hizo que su aventura política fuera fugaz.

Lo cierto es que todo ese cúmulo de circunstancias hizo que el gran ‘Piculín’, idolatrado, y con razón, en su país, acabara en todas las planas de los periódicos en junio de 2011 cuando fue detenido por tenencia y distribución de droga. Se encontraron en su casa 218 plantas de marihuana.

Por aquellos días, Puerto Rico no quitaba la mirada de su ídolo. El vicepresidente de la federación nacional de baloncesto, Ricardo Carrillo, llegó a decir que “desafortunadamente tiene que ocurrir este tipo de cosas para que la persona toque fondo y tenga la oportunidad de levantarse”. Lo decía con conocimiento de causa. ‘Piculín’ llevaba años metido en drogas, con malas compañías, y nunca se dejó aconsejar por un entorno que le quería. Su vida se convirtió en una peligrosa montaña rusa y cuando llegó el peor momento muchos de los que le reían las gracias desaparecieron de su vida. Este ejército de cobardes e inhumanos no puede faltar nunca en una historia como ésta.

La imagen en los noticieros con el ex canastero arrestado y esposado por la policía resultó cruel para mucha gente, pero era la vida pasando por delante de los ojos de toda su fanaticada. Y llegó el juicio, en el que la jueza le condenó a 6 meses de cárcel, 9 meses de internamiento en un centro de rehabilitación y 4 años de libertad vigilada. Cumpliendo ese orden estricto.

La sentencia era el fondo del pozo particular de ‘Piculín’, un jugador que había ganado cerca de 10 millones de dólares en su carrera (percibió alrededor de 5 millones en sus 10 años en Europa) y que cuando llegó el momento más duro no tenía dinero ni para pagar a un abogado.

El 'Piculín' triunfal

Pero lejos de todas estas duras tribulaciones, sería injusto no recordar, en este 2013 en el que cumplirá 50 años, al ‘Piculín’ triunfante, exitoso, amable, preparado, atento y preocupado por los temas sociales. Al baloncestista sobresaliente y al hombre sin maldad que había bajo ese deportista estelar.

Habría que recordar al niño que nació en 1953 en Aibonito y que se crio en los años 60 en Cayey, La Ciudad de las Brumas, esas brumas que llegaron a su vida muchísimos años después. Aquella Cayey universitaria que recorrió llamándose ya ‘Piculín’, en alusión a un personaje de “El Mago de Oz”, y en la que fue feliz con el trapo de bola, aquel modesto elemento con el que jugó sus primeros partidos siendo niño. “Me hizo feliz ese trapo de bola y con ese trapo de bola me gané una vida de 26 años”. Fue con ese trapo de bola con el que comenzó a jugar en las canchas de Villa Alegre, en Cayey, la ciudad natal de la miss Zuleyka Rivera, pareja del NBA J.J.Barea. Eran los 60, tiempos de felicidad infantil, los años en los que la radio WLEY animaba a los vecinos con sus voces pioneras, años en los que el pueblo montañero estaba en manos de Rafael Coca Navas, que ocupaba la Alcaldía. Qué apellido tan tristemente profético.

También habría que recordar los años felices de Ortiz en la High School, en el Benjamin Harrison, ya en Estados Unidos. O sus años tremendos en la Universidad de Oregon, donde estuvo 2 temporadas y promedió 19,8 puntos y 8,7 rebotes. Allí, coincidió un año con Gary Payton y estuvo a las órdenes del mítico Ralph Miller, que por entonces andaba ya cerca de los 70 años. En 1987, ‘Piculín’ fue elegido Jugador del Año de la Pac-10, sucediendo en el galardón al alemán Christian Welp y superando a un tal Reggie Miller. Verle jugar en la NCAA ya era una gozada.

Es cierto que su presencia en la NBA no fue duradera. Jugó 2 temporadas con Utah Jazz tras el paso previo por el CAI Zaragoza tras la ceremonia del draft. En el equipo mormón, disputó 51 encuentros en su temporada como novato, 15 como titular, para promediar 6,4 puntos y 2,8 rebotes. Peor le fue en la segunda: 4,9 tantos y 3,2 rebotes en sólo 13 encuentros. Al final, disfrutó de 64 partidos en la mejor liga del mundo.

Pero por recordar, habría que recordar sus éxitos en España, donde fue un jugador admirado y de gran y brillante recorrido. O su excelente paso por Grecia, donde llegó a cobrar en PAOK 1,7 millones de dólares.

Para alejar esta imagen de derrota de Ortiz, también podríamos recordar sus éxitos con la selección, que bajo su mando derrotó en los Juegos Olímpicos de 2004 a los Estados Unidos de la NBA, con su cuarto ‘dream team’. Fue su particular ‘revancha’ por no haber podido triunfar en Estados Unidos a nivel profesional.

Porque pase lo que pase, José Rafael Ortiz Rijos siempre será ‘Piculín’ Ortiz. Aquel espigado puertorriqueño que tanto nos hizo disfrutar en nuestra juventud, aquel jugador que cuando era niño en Cayey fue feliz con un trapo de bola entre las manos.