ANÁLISIS

Y Reggie Lewis se desplomó para siempre

El año 1993 resultó luctuoso para la NBA con las muertes de Lewis y Petrovic

Ángel Mustienes |

Reggie Lewis jugando con el número 35, ya retirado, de los Celtics
Reggie Lewis jugando con el número 35, ya retirado, de los Celtics (Kevin Reece/Icon SMI)

Apenas pasaban unos minutos de las 5 de la tarde cuando Reggie Lewis, estrella y capitán de Boston Celtics, se sentó en la cancha de la Universidad de Brandeis, donde aquel día de verano estaba completando una sesión de tiro por su cuenta.

Unos minutos después, el jugador seguía presentando problemas respiratorios y se desplomó definitivamente en el suelo sin sentido. Una estudiante con certificado de enfermera que se encontraba junto a él se dio cuenta de la gravedad de la situación y trató de reanimarlo desesperadamente. Poco después llegó una ambulancia y la policía, y el jugador fue trasladado de urgencia al Hospital Waltham-Weston. No reaccionaba, estaba inconsciente, en parada cardiorrespiratoria, cuando ingresó a las 17:41 en el centro hospitalario. Allí, durante casi 2 horas intentaron lo imposible, devolverle a la vida. Pero a las 19:30 todo terminó. Los médicos certificaron el fallecimiento de Reggie Lewis. Era el 27 de julio de 1993. Tenía solo 27 años.

La muerte de Lewis hundió aún más a una NBA que había recibido 50 días antes la infausta noticia de que la leyenda del baloncesto europeo y estrella de New Jersey Nets Drazen Petrovic había muerto en accidente de tráfico en una autopista alemana. El fallecimiento en tan poco tiempo de Petrovic y Lewis, dos jugadores archiconocidos, dos jugadores que estaban en su mejor momento NBA promediando más de 20 puntos por partido en sus 2 últimas temporadas, fue un mazazo para la liga y para el baloncesto mundial.

Pero ambas muertes fueron bien distintas. La de Petrovic fue un latigazo, una sorpresa inesperada, un accidente de tráfico que en un segundo se llevó una vida en plenitud. La de Reggie Lewis bien pudo evitarse, porque los avisos habían sido muchos y serios. Si se hubiera hecho caso a esos avisos, la carrera NBA de Lewis hubiera quedado truncada a los 27 años, pero su vida, muy probablemente, no habría acabado aquel verano de 1993.

Mareos y desmayos

Esa misma temporada 1992-1993, Lewis había sufrido varios episodios de mareos y desmayos. El último en competición le vino en el que, a la postre, sería su último partido en la NBA. Fue el 29 de abril. Se jugaba el primer partido de playoff que enfrentaba a Boston Celtics con Charlotte Hornets. En pleno partido, ocurrió algo inesperado. Reggie corría por la banda cuando, aparentemente, tropezó y cayó al suelo. No había nadie alrededor cuando ocurrió. Se sentó aturdido en la cancha, como le sucedería 3 meses después el día de su muerte, y en su rostro pareció intuirse un gesto de desasosiego. Aún así, se levantó y siguió jugando un par de minutos a buen nivel, pero tuvo que retirarse definitivamente porque no remitía el malestar. Aquel fue el último partido de su vida. Metió nada menos que 17 puntos en solo 13 minutos.

En aquel partido, jugaba como rival su gran amigo del instituto Tyrone Bogues. El diminuto base de los Hornets había formado parte de un equipo imbatible en Dunbar High School de Baltimore, la ciudad natal de Lewis. En aquel equipo de chavales de instituto jugaban ellos dos, pero también otros dos futuros NBA: Reggie Williams y David Wingate. Hasta 4 jugadores NBA en un instituto. Eran los 'Dunbar Poets'. No perdían nunca.

Pues bien, Bogues, su amigo de Baltimore, presenció el desplome de Lewis en el que sería su último partido en la NBA. Y lo vivió, claro está, con una angustia especial. Tiempo después diría: “Fue muy duro verle caer al suelo y desplomarse durante los playoffs de 1993, pero más doloroso fue cuando me enteré de su muerte”. Bogues siempre llevó esta tragedia a cuestas.

Tras su desplome ante los Hornets, Boston se tomó más que en serio la situación de su estrella y formó una especie de jurado médico del máximo nivel formado por 11 profesionales que dictaminaron que el jugador sufría una cardiomiopatía hipertrófica y que si no se velaba por su salud podría ser mortal.

Los antecedentes familiares no eran muy halagüeños. Su madre sufrió su primer ataque al corazón a los 17 años y uno de sus hermanos tuvo que se operado a corazón abierto a los 4. Y tampoco ayudaba la aureola que rodeaba a Reggie Lewis como posible consumidor de cocaína.

Entonces, la polémica se adueñó de la situación cuando el jugador y su entorno echaron mano de su médico personal que, ante la sorpresa de todos, dijo que se trataba de un episodio leve que nada tenía que ver con el corazón sano de Lewis, un corazón propio de un deportista, llegó a decir el galeno. Por eso, Lewis siguió entrenando por su cuenta hasta el día en el que se desplomó definitivamente.

Reacciones tras su muerte

El impacto de su muerte fue colosal. Tenía 27 años y estaba en su mejor momento. Y el baloncesto aún se estaba recuperando de la muerte de Drazen Petrovic, el Genio de Sibenik.

“Es un golpe total”, dijo Terry Lyons, jefe de prensa de la NBA. “Es un momento de inmensa pena”, aseguró el vicepresidente ejecutivo de los Celtics, Dave Gavitt. Mientras, el presidente del equipo verde por entonces, el legendario Red Auerbach apenas acertaba a decir: “Es la tragedia más grande que he visto. Era un gran muchacho. Mi corazón está roto”.

Su funeral fue multitudinario. A él acudió hasta el reverendo Jesse Jackson, candidato a la Presidencia de Estados Unidos. Los Celtics retiraron su camiseta con el número 35. Y con Reggie Lewis se fue la posible reconstrucción de un equipo ganador que perdía ya a sus grandes estrellas de los 80 y se llevó un brutal varapalo con la muerte en 1986 de su gran elección del draft, Len Bias. Demasiados golpes para el universo céltico.

“Estaba en camino de ser uno de los mejores de la liga”, afirmó tras su muerte su compañero en los Celtics y actual entrenador de Denver Nuggets, Brian Shaw. Y verdaderamente lo estaba.

Una trayectoria ascendente

Tras su paseo triunfal en el instituto con los 'Dunbar Poets', Reggie Lewis fue reclutado por Northeastern University para jugar en la NCAA, un equipo con el que estuvo 4 cursos promediando 22,2 puntos y 7,9 rebotes a las órdenes del gran Jim Calhoun, que después ganaría la NCAA con Connecticut. Y tras esos 4 años, Lewis fue elegido en el puesto 22 del draft de 1987.

Llegó a los Celtics en el momento en el que Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish aún lo eran todo y en su campaña de novato apenas jugó 8,3 minutos por partido, una situación que no le hizo venirse abajo. Su paciente espera mereció la pena, una espera pausada como la voz de Reggie y su dulce pronunciación de Baltimore. Porque en su segundo año como profesional pasó de jugar esos 8,3 minutos por encuentro a estar 32,8 minutos en la pista. Todo hasta desembocar en su participación en el All-Star de 1992 y a sus 2 últimas campañas con Celtics en las que promedió 20,8 puntos, 4,8 rebotes y 2,3 asistencias en 82 partidos y 20,8 tantos, 4,3 rebotes y 3,7 pases de canasta en 80 juegos. En esta última campaña tuvo el honor de tomar el relevo como capitán de los Celtics sucediendo al gran mito Larry Bird, que se retiró en 1993.

Además, conocida fue su memorable actuación un poco antes en un partido ante Michael Jordan. ¡Porque Reggie Lewis ha pasado a la historia como el único jugador que le puso 4 tapones en un partido a Jordan!. Aquel día, un 31 de marzo de 1991, Jordan sufrió en el Boston Garden ante la defensa de Lewis y terminó con un 12 de 36 en el tiro tras padecer esos 4 tapones. “Lo recuerdo muy bien”, dijo años después la gran leyenda del baloncesto... “tenía esos brazos largos que verdaderamente me molestaban”.

Lewis, el alero que apenas tiraba de 3, conserva una curiosa y significativa estadística. Es uno de los 6 jugadores NBA que entre 1988 y 1993 hicieron al menos 7.500 puntos, 1.500 rebotes, 1.000 asistencias y 500 robos. Para que todos nos hagamos una idea del nivel que estaba adquiriendo, los otros 5 fueron Michael Jordan, Karl Malone, Charles Barkley, Clyde Drexler y Chris Mullin.

Por eso, verle partir a los 27 años, cuando seguía creciendo como jugador y se acercaba al comienzo de su madurez deportiva, cuando le restaba tanta vida por delante, fue un auténtico palo. Porque su muerte dejó muchos corazones rotos, no solo el del legendario Red Auerbach.