ANÁLISIS

Los Kings, una difícil decisión para la liga

La NBA sacrifica el beneficio de un propietario por el bien de una liga necesitada del apoyo público

Enrique Calvo |

Si David Stern viaja a Seattle próximamente, está claro que tiene bastantes probabilidades de no ser bien recibido, especialmente por los aficionados al baloncesto. Pero la difícil decisión que ha tomado la NBA esta semana no es una decisión contra Seattle, sino a favor de la liga.

Son muchos, sobre todo en el estado de Washington, los que creen que lo de Stern con Seattle es personal, pero lo cierto es que, tanto el permitir que los Sonics se fueran de allí, como el impedir ahora su resurrección tiene mucho más que ver con el mantenimiento del modelo de negocio establecido por el, por poco tiempo ya, comisionado de la NBA en los casi 30 años que lleva al frente de la liga. Un modelo cuyo éxito no se puede negar, menos aún viendo las cifras récord que se han manejado en la venta de los Kings.

Gran parte del éxito económico de la liga se ha basado en los últimos años en la continua modernización de las instalaciones en las que juegan los equipos, una modernización destinada especialmente a generar ingresos más allá de la simple venta de entradas. Los pabellones se han llenado de bares, restaurantes, tiendas de objetos de ‘merchandising’ y palcos VIP que generan suculentos ingresos a la propia liga y a sus franquicias.

Para aumentar esos ingresos, los estándares de esa modernización se han ido elevando y desde la NBA se ha trabajado intensamente en los últimos años para lograr renovar las instalaciones más antiguas que aún quedan en la liga, como es el caso del Sleep Train Arena de Sacramento, inaugurado en 1988.

Una liga privada con dinero público

El problema es que para esa labor la liga necesita la aportación de ingentes cantidades de fondos públicos, pues son muy pocas las franquicias que cuentan con recursos propios suficientes o están ubicadas en mercados suficientemente grandes como para que la iniciativa privada cargue en solitario con el enorme coste que supone la construcción de un pabellón con los estándares de la NBA, incluidas sus infraestructuras asociadas.

Por esa misma razón, la liga, con Stern al frente, ha tratado de establecer fuertes vínculos con las autoridades municipales y estatales de las ciudades en las que se ubican sus equipos y ha trasladado siempre un claro mensaje de que los equipos no se moverían mientras hubiera un claro compromiso de la ciudad con ellos, un compromiso que, no nos engañemos, no se mide en el mayor o menor apego de los aficionados al equipo, sino en las ventajas fiscales y económicas y, sobre todo, en el dinero procedente de las arcas públicas que estén dispuestos a aportar las autoridades.

La posibilidad de un traslado de la franquicia, tan impopular para cualquier alcalde, ha sido siempre el arma utilizada por la liga para presionar a las autoridades municipales a la hora de embarcarse en millonarios proyectos de construcción no siempre rentables para las arcas públicas desde el punto de vista financiero y no exentos de oposición a nivel local.

En su día, la falta de un compromiso claro de las autoridades de Seattle para renovar el vetusto Key Arena fue uno de los argumentos de mayor peso en la decisión de permitir la marcha de los SuperSonics de la ciudad y ahora, el esfuerzo realizado por las autoridades de Sacramento, con Kevin Johnson a la cabeza, para retener a los Kings ha vuelto a ser un argumento decisivo, en palabras del propio Stern.

Económicamente, la oferta del grupo de Seattle era mejor a corto plazo y más beneficiosa para los actuales propietarios de los Kings, pero, tras los esfuerzos realizados por Sacramento, el mensaje que se hubiera trasladado a otras ciudades hubiera sido peligroso para el bienestar económico de la liga en su conjunto, dificultando el impulso de futuros proyectos o endureciendo las condiciones de los mismos.

Una decisión coherente

La decisión de la NBA vuelve a reiterar el mensaje enviado en los últimos años a las autoridades locales, especialmente a las de las ciudades sede de sus franquicias menos potentes desde el punto de vista económico: si queréis baloncesto, hay que poner dinero y mientras sigáis poniendo dinero, el equipo no se moverá.

Seattle, por desgracia para los muchos aficionados que siguen añorando a los Sonics, tendrá que esperar una nueva oportunidad. Tal vez se presente en Milwaukee, donde los Bucks están pendientes también de renovar el viejo Bradley Center, inaugurado también hace 25 años, y podríamos ver repetirse la historia vivida con los Kings. O tal vez tengan que esperar a una futura ampliación del número de equipos de la liga, supeditada a la negociación del próximo contrato televisivo de la NBA, algo que no ocurrirá, en principio, hasta 2016.

Mientras, Stern abandonará su puesto en febrero del año que viene, tras 30 años al frente de una liga que ha crecido enormemente y se ha expandido por todo el mundo bajo su mando. Puede que tras su salida, que probablemente celebren algunos desde Seattle, la política de la liga cambie, aunque parece difícil, pero la decisión tomada ayer, en la que inevitablemente tenía que haber ganadores y perdedores, ha sido coherente con la filosofía de la liga en las últimas décadas, por mucho que algunos piensen lo contrario.